miércoles, 29 de julio de 2009

Cesar Calvo Soriano - Poco antes de partir - Poesía

Poeta César Calvo
Foto Eva Lewitus



César Calvo - Poco antes de partir - poesía - Vídeo

El laureado poeta César Calvo, Premio Nacional de Poesía, recita con su excepcional estilo "Poco antes de partir" 
quizás su mas bello poema.
De su quinto libro "Pedestal para Nadie".

Edita Dr Guillermo Calvo Soriano de Lima - Perú.

Vídeo en pantalla completa

http://www.youtube.com/embed/SMj9npin_sk
------------------------------------------------------------

POCO ANTES DE PARTIR

Porque vivo hace siglos en el aire
como
un
trapecio
vacío
yendo y viniendo
de lo que he sido a lo que no seré.

Porque en el aire habito como respiración a medianoche
como el hálito de alguien que no vivió jamás
como la última mirada
de un remo que prosigue, ya sin brazo, remando.

Porque cruzo los días como un puñal la cara del que huye
como lápiz sin dueño sobre el papel en blanco.

Porque escribo estas líneas no solamente con mi vida
sino con el jadeo de todas las mujeres que me amaron
de todas las mujeres que murieron y renacieron con el rostro vuelto a una feroz desolación, culpándome. 

Porque con culpa escribo, con el lento rumor de tus ropas
cayendo en la penumbra de Ginebra, cuando aún era tiempo
y los relojes ignoraban el peligro, sus agujas
como el abrazo de un náufrago en la dichosa profundidad,
mi boca persiguiendo tu vientre en el silencio que precede 
a los incendios y las almohadas húmedas 
y los ojos que ya no veré nunca 
girando en los espejos y en la noche infinita :

Ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
en todo cuerpo que mis manos conduzcan a la hoguera
en todo cuerpo que mis manos alejen de la orilla
tú seas el reverso de esta inútil victoria
la única copa que yo no desdeñe después del vino fúnebre.

Nada puede aprisionar al viento sino la libertad.
Nada sino la libertad podría rodearnos ahora
y hacerte comprender que estuve solo
porque la intemperie no cabía en ese cuarto sórdido
que tú insistes en llamar país, doce millones de rostros
pegados a los muros de un Orden desleído y repudiable.

Ayúdame a prescindir de esos fantasmas que amo.
Ayúdame a no golpear y golpear la puerta
como si ella tuviera la culpa.
Ayúdame a ser la llave que abra sin cerrar nunca nada.
A mí, tu único hermano que nació sin tiempo
ayúdame a no perderlo, por lo menos así
como quien pierde la llave con la puerta
y no puede salir ni regresar, menos que un niño
que rasguña el aire como si fuera la tapa del ataúd.

Porque yo he recorrido las colinas de Francia y he visto
en el estruendo verde, en la delicadeza desbocada de Junio
he visto un niño lejano y eternamente dormido 
bajo un río de sangre 
y he cruzado el Pont Neuf con los ojos vueltos 
al turbio origen del destello 
- miles de argelinos fundidos para cada baranda de piedra
- miles de vietnamitas bajo cada loseta primorosa
miran pasar inútilmente el Sena
y están ahora, aquí, nombrándome, hilo de los retratos
de saliva dorada colgados de estos muros que se ensanchan.

Los días pasan por tu rostro como una cicatriz oscura.
Ayúdame a prescindir de esos fantasmas que amo y que destruyo
los días pasan por tu rostro como una cicatriz oscura
y mis dedos te palpan con la astucia de un ciego en la noche.
Me había olvidado de la noche.
Ayúdame a tocarte ansiadamente.
Me había olvidado de mi cuerpo y su noche soleada
ayúdame a tocarte ansiadamente
como quien toca la puerta de una casa que se aleja y se aleja
y tu cuerpo, este leño que sobrevive al miedo y la ceniza.

Me había olvidado de algo tan simple y verdadero
como beber un vaso de agua, levantarme en la sombra
de los cuartos prestados, dejar correr el tiempo 
todavía entre sueños y luego despertarme con la sed en tu cuello.
Me había olvidado que la vida también está hecha de todos
esos ínfimos, esos heroicos acontecimientos
que se cumplen a tientas
entre un cuerpo desnudo y otro cuerpo desnudo
entre el cauce del río y el vaso de la boca.

Anduve mucho tiempo tras los muros, demasiado lejos, buscándome con un palito entre las ruinas, con un fósforo 
que encendía en mi mano las mechas temblorosas.
Y no me hallé siquiera entre los muertos.
Me había olvidado de quedarme dormido a la intemperie
sobre un pecho como sobre una llanura inacabable
donde las maravillas de cada día crecen sin sobresaltos
y los ciegos hallan placer en extraviarse
y los amantes que se despidieron para siempre
no temen encontrarse de nuevo por primera vez.

Ayúdame a no vivir como una roca en medio del mar.
Ayúdame a no ser más el pasajero que la lluvia desdice
sino el único suelo por donde caminen los hoteles
en donde nuestros cuerpos giraron y se hundieron,
no los pasos medrosos sino el pie detenido al borde de la cama
a la orilla de un cuerpo que cae dentro de sí
como un abismo precipitándose hacia el pecho del suicida
 hacia el irremediable plumaje del suicida 
no esta frente viuda, sin nadie al frente, viendo
cojear al destino como un río que ha perdido una orilla
y avanza seco recordando el agua
no una silla sino cualquier camino
y cualquier trote cálido en lugar de esta oreja
pegada en tierra, oyendo llegar nada.

Me había olvidado de mi boca persiguiendo algo más.
Ayúdame a prescindir de los fantasmas que amo y que destruyo
y sin los cuales la vida sería solamente.
Me había olvidado de mi boca persiguiendo
algo más que una hermosa palabra entre las sábanas
algo más que otra boca entre los falsos sueños y las páginas.
Me había olvidado de escribir simplemente, como quien bebe
o ama, sin que el Olimpo se me suba a la cabeza.
Me había olvidado que un poema se prepara con minuciosa alegría
como un regalo que ya nadie espera, y se moldea con urgencia
y violencia, con irrepetible, con irremediable ternura como hacerle el amor a una mujer que se va a morir mañana.

Me había olvidado que te vas a morir mañana.
Ayúdame a ser el caminante que no pide nada.
Me había olvidado que me voy a morir mañana
que no pide nada sino un poco de camino.
Me había olvidado que nunca más tendré 31 años
sino un tronco de sombra junto al fuego.
Me había olvidado que nunca más tendré 18
pero que yo no me dé cuenta
ni un padre flaco y barbudo pintando allá en la infancia.

Que no husmee tu mano ni el corazón como un delfín 
amarrado a su veloz terciopelo
el receloso animal que me habita me había olvidado
que nunca más repetiré en Agosto estas caderas y la miel quemada
en cuyo olor subimos uno a uno los labios, los instantes
la inalcanzable noche de Madrid
hasta encontrarnos, hasta renacernos, hasta exterminarnos
y cómo canta al fin de la escalera, sobre las últimas estrellas,
otra vez, otra vez por vez primera, como una rama tierna
el fuego muerto
y oyéndolo nosotros regresamos a ver, somos los ojos
del niño que dormía bajo esa flor de nieve.

Porque vivo hace siglos en el aire
como un trapecio vacío yendo y viniendo
de lo que he sido                          a lo que no seré.
Porque muero hace siglos a la orilla
de un cuerpo hundido
                                                       ayúdame a no olvidarte
y la pesada piedra que me amarra hacia el fondo
sea una pompa de jabón, las alas de un dulcisimo castigo.
Ayúdame a tocarte ansiadamente como quien toca la puerta
de una casa que se aleja 
                                                                      y se aleja.

Ayúdame a ser el caminante que no pide nada
sino un poco de camino, un tronco de sombra junto al fuego.
Pero que yo no me dé cuenta, que no husmee tu mano
el receloso animal que me habita
el desolado animal que me habita en la noche
                                                                                          y en el día
deja abierta la puerta para que tú regreses o me vaya.

Ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
cuando me encuentre lejos de la memoria que me devuelves
sin proponértelo
como quien llena un vaso de agua simple
y en el gesto de su mano extendida caben todos los mares.
Pasan todos los mares
Como los días
Pasan todos los años, las personas, las calles, los adioses.
Ayúdame a quedarme cuando yo haya pasado
cuando yo haya pasado sobre el papel en blanco
como un cuchillo por el rostro
                                             de estos días en donde tú ya eres
la sonrisa que insiste cuando los labios cesan.

El mar se abrirá entonces
y ha de pasar en medio
de las olas
ese
niño
indefenso
y en su mano nosotros como el último fósforo.

César Calvo

------------------------------------------------------------
Powerpoint


César Calvo - Poco antes de partir - poesía - Powerpoint.
Inscribirse gratuitamente en Scribd.
Bajar como pps para oír la voz del poeta.
------------------------------------------------------------
   Vídeos Edición antigua

 Cesar Calvo Soriano - Poco antes de partir 1. Quizás el mas bello poema del galardonado Cesar Calvo Soriano, gran poeta peruano.Continua.




 Cesar Calvo Soriano - Poco antes de partir 2. Quizás el mas bello poema del galardonado Cesar Calvo Soriano, gran poeta peruano.



------------------------------------------------------------
Edita Dr Guillermo Calvo Soriano de Lima - Perú.
------------------------------------------------------------
gcalvo77@gmail.com
------------------------------------------------------------
COMENTARIOS
------------------------------------------------------------
Excelente,  
como nos tiene acostumbrados César. 
Gracias querido Guillermo.

Galo Narvaez
-------------------------------------------------------
Estremecida, con los ojos cerrados para ver, sentir penetrarme 
el grandioso poema, no es la primera vez que lo escucho, 
pero la emoción es tan intensa como si lo escuchara la primera vez,  gracias querido Guillermo, a mí me une a ti, el amor 
y la admiración de nuestro hermano eterno y será así hasta el último respiro de mi vida, 
un saludo especial a tu amada familia, un grande abrazo.

Gladys Basagoitia
-------------------------------------------------------
Muchas gracias Guillermo Calvo.  Son lindos los poemas de tu inolvidable hermano y que bueno que lo mantengas vigente. 
Feliz año 2018.
Saludos

Denis Merino Perea
-------------------------------------------------------
César mi amigo de siempre
Nunca partiste...estás siempre presente y, en las notas de este bello poema, nos das la mano y, tu corazón de artista.
Hasta cualquier momento César amigo, poeta insigne
Abrazos

Alejandro Sotero
-------------------------------------------------------
Gracias, Guillermo, lo compartiré, 
saludos,

Hildebrando Perez Grande

-------------------------------------------------------
Sinceramente bellísimo el poema, gracias estimado Guillermo por compartir un tesoro y por darme la oportunidad de conocer a este ilustre poeta.

Luis José Flores Rodriguez
-------------------------------------------------------
César Calvo regalándonos esta joya de la literatura.

Michael Venegas
-------------------------------------------------------
Hermoso.
Uno de los mejores poemas que he leído. 
Grande César Calvo orgullo del Perú.

Sergio Caifan
-------------------------------------------------------
Trome

Fernando Moscoso
-------------------------------------------------------
Nadie puede alcanzarte cuando enciendes la palabra César

Gabriel M.
-------------------------------------------------------
Simplemente César ...

Harry Pizarro
-------------------------------------------------------
La imposibilidad de Recuerdo en Pedestal para nadie
de César Calvo.

Claudia Patricia Duharte Barreda

-------------------------------------------------------


domingo, 26 de julio de 2009

De no acabar, poema canción de César Calvo Soriano

De no acabar
Poema canción de César Calvo Soriano,
acompañado de la guitarra de Carlos Hayre.

Vídeo





Vídeo en Pantalla Completa

https://www.youtube.com/embed/rLCCazomjf4


Powerpoint
 De no acabar 
Bajar como PPS
--------------------------------------

Edita Guillermo Calvo Soriano de Lima - Perú.

--------------------------------------

jueves, 23 de julio de 2009

César Calvo Soriano - Caminando - Festejo - Poema Canción

César Calvo Soriano en su canción "Caminando" Festejo, 
en la voz de fondo.
Guitarra de Carlos Hayre.
Celebrando su Cumpleaños.

Vídeo

Vídeo en Pantalla Completa


-----------------------------------------

Edita Guillermo Calvo Soriano , de Lima - Perú.

-----------------------------------------

viernes, 17 de julio de 2009

Cèsar Calvo Soriano - La Despedida - Poema Canciòn

La Despedida 

Canta Cesar Calvo Soriano
En un aniversario del pase a la Eternidad del poeta laureado.
Fotos con familiares y amigos.


César Calvo Soriano y su hermano Guillermo 
 celebrando una Victoria de nuestra Selección ...

Vídeo


Vídeo en Pantalla Completa

https://www.youtube.com/embed/DyyeHS4lpPY

---------------------------------------

Comentarios

---------------------------------------

Es un muro delgado la despedida
Así como la muerte, paloma
Se adelgaza cada día
Mi canto va en la noche, luna encendida
Con la luz de tu cuerpo desvanecida
Quién sabrá de tus pechos
Que yo subía
Debajo de qué noche, paloma
Serás memoria que olvida
Es un camino ciego
La despedida
Caminando tu mueres, paloma 
Y yo no encuentro la vida
Mi canto va en la noche, luna encendida
Con la luz de tu cuerpo desvanecida

Kike Rivera

---------------------------------------

Mi estimado Guillermo, Cesar es un caballero de vida 
y un poeta.  Su condición es el del un Gran Hombre de las Artes. No solo el Perú le reconoces su talento. 
Somos muchos latinoamericanos que le amamos.

Carlos Alberto Garcia
---------------------------------------

Hace muchos años tuve la fortuna de conocerlo, pero sobre todo por su obra... las Tres mitades.... dejemos así. 
Yo hago parte de muchos que lo leímos a través de Angel calvo en Colombia... 
Un abrazo para toda la familia en especial a tu señora Madre.

Carlos Alberto Garcia

---------------------------------------

Doctor Calvo todos en América seguimos conmovidos con Cesar Calvo Soriano. La vida nos permitió conocerle y saber de su grandeza humana y poética.

Carlos Alberto Garcia
---------------------------------------

¡Gracias Guillermo por permitirnos escuchar a César
 y por hacer que su recuerdo nunca se pierda!

Blanca Segura
--------------------------------------

Primo  Guillermo, mui rico!  Saudade de César Calvo!  
Bessos, 

Laura Figueiredo.

-------------------------------------

Bello poema canción del genial e inolvidable César Calvo.

Ricardo Vargas Trepaud

------------------------------------

Hermoso
 
Sandra Silva y verde

-----------------------------------

Maravillosa

Rosina Valcarcel
-----------------------------------

Hermoso!!!

Carmen Falcon
-----------------------------------


Hermoso y conmovedor poema. 

Margarita Rivera

---------------------------------

Recién estoy descubriendo este gran poeta y cantante.

Ana Payotti

--------------------------------

Maravilloso!

Carla Vanessa

-------------------------------

Canta Zitarrosa 

Maritza Byrne

Eran muy amigos...

Guillermo Calvo

------------------------

César no hay duda de que eres un artísta integral:
creador e intérprete.
Saludos.
Soy maestro del bonsai y estoy a tus órdenes.

Atte. Jaime Vega Cordero.

-------------------------

Faltas tú poeta
Faltas en la selva
Faltas en el viento
Faltas en las manos
Faltas en el tiempo
En todos los ojos
En el firmamento.

La Gata Carlota

------------------------

¿Pero como faltas?
Si en todo tú estás
Estas en lo eterno
En la inmensidad.

Estas en las noches
Estas en los días.
Aquí en la nostalgia
Y en las alegrías.

Todos te llevamos
Grabado en la piel
Rindiendo homenaje 
A todo tu ser.
Siempre en la memoria
Y en el corazón, con
Mucha alegría o quizás dolor.

Tú no has muerto César 
Tú siempre renaces
En tu verde selva, en todas
Sus aves.

Tú no has muerto César
El viento pregona y llega
Tu risa, con el sol que asoma.

Devora Dante

--------------------------------

Excelente voz !!

Loganw20100

---------------------------------

Conmovedor. 
Honda y peculiar voz. 

Maria del Amor Gonzalez

---------------------------------

Hermoso tema, Gran poeta César Calvo...

Maria Victoria Malerba

---------------------------------

Debajo de que noche,
Debajo de que noche, Paloma,
Serás mrmoria que olvida ...

La Gata Carlota

---------------------------------

Que hermosa canción César   
donde estarás ahora para darte un abrazo

Yahualico2007 

--------------------------------

Qué maravilla de voz....gracias a mi amigo "trovador" 
por abrir mis sentidos a tan hermosas melodías
 y esta bella alma que se expresa.
Los amigos nos guían...son como luces...

Freya Diosa

--------------------------------

Aquel bello pariente de los pájaros ...

Harry Pizarro

-------------------------------

Es demasiado...no debí haber escuchado esta canción.

Homus Limensis

--------------------------------

Very nice voice ! 5 stars ! 
thank you BOBCHAI!
LOL jim!

Gypsy Jim

--------------------------------

Great video thank you for the post!
Very gloomy....just my taste!

Eloy Escagedo

--------------------------------

Fantastic Music and images here!
Great video!
Thank you Bobchai for sharing it!
Five stars for the video.

Eloy Escagedo

-------------------------------

Esto es pura magia.  
Se lo voy a recomendar a otros de Youtube.

Bob Robertson

------------------------------

Que Poema-Canción tan delicada como real, sacude mi espiritu, por razon Guillermo tienes tanto talento
 y un alma tan transparente.
Gracias mi apreciado amigo! 
Descanse en paz tu hermano.

Javiemil

------------------------------

Ayer en mi blog colgué un extracto de un poema de César Calvo a proposito de los 8 años de su partida. 
Buscaba alguna canción para acompañarla. 
Ya la tengo. 
La emoción, a pesar de no haberlo conocido personalmente, 
me sobrecoge.

Franklin Aranda

-----------------------------

¡Qué belleza!

Rulli Rendo

---------------------------------------

Edita Guillermo Calvo Soriano

---------------------------------------

martes, 14 de julio de 2009

Autobiografia del Poeta César Calvo Soriano


Autobiografia del Poeta César Calvo Soriano
Conferencia autobiográfica ofrecida 
en el Instituto Italiano de Cultura en 1974.


Para comenzar de alguna manera y no por el comienzo, confesaré que mi primer intento de libro fue escrito por varios amigos allá por el año de 1958. Juan Gonzalo Rose, Javier Dávila Dourand, Germán Lequerica y César Calvo, entre otros, me regalaron esos derechos autorales con sus respectivos asientos en el pre-Parnaso. Lamentablemente, no pude gozar tan fraternos obsequios pues el poemario (incautamente titulado "Carta para el Tiempo" e inmerecidamente mencionado en el Primer Concurso Hispanoamericano de la Casa de las Américas), el poemario, digo, no llegó a publicarse jamás. Y no llegó a publicarse jamás debido, entre otras razones, a que uno de sus autores sucumbió a la espléndida iniciativa de quemar los originales. Debo decir que los quemé también en mi memoria.



Hoy sólo recuerdo brumosos perfiles y no versos;

una temperatura sedosa o arisca o fatua; un aliento de cortinas y de infancia,
y acaso si los nombres de los personajes, de los queridos reinos que atravesaban sus páginas, que subieron por ellas y bajaron como por la escalera quebrantada del vecindario limeño que me aprendió a vivir.
Entre aquellos poemas incendiados habían también cantos que anhelaban ser políticos,
- porque en ese entonces todos los visitantes, todos los habitantes de este mundo
tenían diecinueve años dentro del corazón, dentro del mío; y ustedes, por ejemplo,
eran altos y pálidos y hermosos en mi memoria o en mi desconocimiento;
y yo me negaba a recién-salir de una adolescencia alborotada, prefería confundirla y confundirme con mis propias hambres de escribir y existir, y me era otoñal, me era gélido, me era muy difícil aceptar los distingos entre rebeldía y delincuencia,
entre amor y cuerpo en llamas, entre palabra confiada y balbuceo altisonoro escrito
(equívocos que, por lo demás, suelen seducirme hasta la fecha).
Llevaba ya tres años en la Universidad de San Marcos y dos en el Frente Estudiantil Revolucionario- Más deseoso de agradar escribiendo arengas que de trabajar rastreando poemas, me gané el tiempo de puro perderlo: rondaba a las cachimbas melancólicas y recitaba en las aulas y en los mítines, esquivando las expresiones crítico-lacrimógenas de la Guardia de Asalto, cuando no, respondiendo con palos a los discutibles criterios estéticos de la matonería del Apra.
En 1960, paralelamente a mi furtiva participación en un frustrado grupo de guerrilla urbana que organizaron varios compañeros, varios amigos igualmente imantados por la heroica experiencia de Fidel Castro, escribí mi primer cuaderno que creo que verdadero:
"Poemas bajo tierra". Esos versos compartieron con los cánticos de El viaje de Javier Heraud, el primer premio en el concurso "El poeta joven del Perú", llevado a cabo por el incurable empeño del poeta Marco Antonio Corcuera. A fin de adelantar algunas excusas surrealistas de mi arte poético y mi vida, debo declarar que me fue más problemático cobrar el premio que escribir el libro premiado. El asunto fue así: con Mario Razzeto, también distinguido, como se dice, en aquel concurso, partí un atardecer rumbo a Trujillo, donde nos esperaba Javier para recibir los cheques correspondientes. Pues bien.
No llegamos a tiempo a raíz de un lamentable error de la policía política de Prado,
la cual -confundiendo a Mario Razzeto conmigo, y a mí con Mario Razzeto,
ambos entonces con orden de captura- nos apresó a la altura del río Chillón
(río de nombre muy apropiado) y nos devolvió amablemente a Lima, a uno de los sótanos de Radiopatrulla de la Guardia Civil, en La Victoria (barrio de nombre igualmente apropiado). Para recuperar nuestra libertad, y siguiendo los ordenamientos parasicológicos descubiertos por Dadá ha mucho tiempo, Mario Razzeto y yo no tuvimos más remedio que falsear y/o intercambiar nuestras identidades.
O sea que Mario Razzeto se hizo pasar por Mario Razzeto, yo me hice pasar por César Calvo, y así -dejando atrás a un comisario confuso para siempre- pudimos cosechar, como se dice, algunos ralos aplausos trujillanos al día siguiente de la entrega de premios.Pero sospecho, con terror, que no estoy aquí para hablar de esas cosas sino de otras peores, si cabe. Intentaré intentarlo. Al parecer, se trata de exponer cómo escribo. Y por qué. Y para qué. Diré de antemano que me lo he planteado varias veces y que nunca he conseguido sonsacarme una misma respuesta. En un primer momento (y eso que no existen los primeros momentos), llegué incluso a declarar que yo no era poeta, que yo escribía únicamente para demostrar que la poesía no era privilegio de los poetas. Cuando lo hube demostrado (por lo menos a mí), dejé de creer en ese anzuelo para cocineras trágicas, no sin antes haber fatigado unas cuartillas que todavía andan por ahí engrosando ciertas antologías de poesía revolucionaria.
Era la hora de las manifestaciones obrero-estudiantiles contra la dictadura de Odría,
contra la dictablanda de Prado, hora de reuniones clandestinas en la Juventud Comunista. Luego, en 1961, Javier Heraud y yo quisimos escribir juntos un libro, un Ensayo a dos voces. Sólo conseguimos trabajar el poema inicial. Era la hora de la fraternidad absoluta; devoradora de tardes y caminatas insaciables. La hora de la generosidad absoluta y compartida. Aceptábamos poetizar únicamente como resultado de un asombro común, colectivo en su origen -en sus garfios oscuros- y colectivo en su finalidad, en su búsqueda, en su abordaje y sus revelaciones.
Después, poco después, me ocupó totalmente la certeza de que sólo podía escribir
sobre un cuerpo sediento, encimado al relámpago perpetuo del que habla Manuel Scorza,
amarrado al jadeo como a la única hoguera que podría salvarnos o -para repetirse-
escribir como quien galopa por una playa infinita, desnudo y bañado en sangre,
dando gritos de goce y de victoria... Así abracé (con c y con s, de brasa y abrazo),
así abrasé los versos de "Ausencias y retardos", editados en 1963.
Después hice canciones. Aquí, por ejemplo, pierdo nombres, armarios cálidos, pierdo cosas que me ocurrieron con tan breves, con tan eternos hermanos. Estoy pensando en Samuel Agama, en Arturo Corcuera, en César Franco, en Reynaldo Naranjo, en 1958, 59, 60 y más. Mucho más.
Y al mismo tiempo quisiera no recordar nada, porque uno disfraza, uno se disfraza al volver hacia atrás los ojos, se pone los gestos en la nuca, el cabello en la cara, no se ve nada.
O ve lo que quisiera haber visto, lo que quisiera haber vivido. Bueno... Dije que hice canciones. Y debía decir que hice otras canciones. Canciones a mi padre, a mi primera casa, a los amores eternos cada vez más fugaces, a las plazas de pequeñas ciudades, a los invencibles hermanos de Cuba, a los puentes insomnes, a los compañeros que combatían desde el MIR y desde el Ejército de Liberación Nacional.
Algunos de esos cantos fueron grabados con Carlos Hayre y Reynaldo Naranjo en un disco que ya no recuerdo. Otros los recogió Chabuca Granda y Luis Gonzáles.
Otros se perdieron así nomás. Y otros adquirieron vanidad de poema, se divorciaron de sus lentas músicas y fueron a parar a un nuevo intento de libro, "El cetro de los jóvenes", publicado en la Colección Premio de la Casa de las Américas, en 1966.


Era la hora del infructuoso, del temeroso apoyo urbano que ofrecimos al movimiento guerrillero; la hora de las reuniones de etiqueta de donde salíamos a hurtadillas para poner bombas en la noche inofensiva, vanos estruendos en ciertos rincones de la impasible Lima.En resumen, ni antifaz ni peligro verdaderos. Sólo la desperdiciada posibilidad de un suicidio generoso -siempre al servicio pero nunca a tiempo- que yo busqué negándola, cambiándome de nombres en hoteles de engañosa memoria, hasta que un día desperté sin distinguir en realidad mi rostro, perdido entre máscaras como un naipe en un mazo de barajas ajenas y gastadas. Juan Pablo Chang, con otras palabras, me diría después, en París, generosamente, que fue la soga del ahorcado la que no pudo sostener nuestro cuerpo, y que por ello aquel dudoso arrojo terminó con un palmo de narices en tierra, al pie del árbol. Palabras. Palabras puesto que él, como Javier, tuvo el coraje de hallar un árbol fuerte, una rama saciada en cuya sed morir, en un momento desesperado que nos metía los ojos hacia un callejón sin salida, y acaso era preciso colmar el abismo con nuestros cadáveres, a falta de otros puentes. Y en el fondo de todo, aquella soledad que inventa sentimientos y que inventa poemas, y en cuya compañía suelo aún descubrirme el corazón en el lugar del pómulo -así dice algo escrito-, el corazón en el lugar del pómulo, los gestos del adiós anticipándose a la mano, y a un gran vacío en medio no sé si del amor o de los brazos.

Si es que no me distrae la memoria. Y es entonces que escribo...
Nunca del mismo modo ni por los mismos rumbos, ni con el mismo paso ni a la sombra de una misma lámpara.
Todo lo que he dicho antes, todo lo que he sido antes, se ha juntado, tal pareciera,
en una única boca. En una palabra. En una letra sola, emparentada desde hace siglos
con las grandes estrellas aún no descubiertas. Siento que cada libro, cada poema, cada verso, obedece a sus propias, intransferibles leyes. Tiene su tiempo de luz, como las vendimias, y su sed de llorar, como los hombres.
De allí que definirme resulta tan fácil e imposible al mismo tiempo.
Pienso en Nicanor Parra y en las incansables respuestas que nos dimos una tarde,
allá en lo alto de su casita en los andes chilenos, cuando nuestros hermanos del Sur
vivían mediodías nocturnos y no la pesadilla de traiciones y sangre que resisten ahora, y cuando Enrique Lihn exclamó de pronto en el centro de un gran vaso de vino:
¿Para qué coño se escribe, a fin de cuentas, un poema?
Y aquí voy:


Se escribe un poema para sentirse el centro del mundo.

Se escribe un poema para hacer más fraternos a los hombres,
o sea para intentarlo,
o sea para que la poesía sirva para alguna cosa.
Se escribe un poema para no sentirnos el centro del mundo.
Se escribe un poema para ahuyentar a una muchacha.
Se escribe un poema para ayudar a la Revolución.
Se escribe un poema para que los maridos nos odien mucho más.
Se escribe un poema para que el poema nos acompañe,
para no estar tan inexplicablemente solos.
Se escribe un poema para duplicar el orgasmo
o al menos para ponerle un espejo delante.
Se escribe un poema para no tener tiempo de hacer otras cosas,
como por ejemplo para no tener tiempo de sufrir.
Se escribe un poema para que nuestra tía más querida
pueda decir a todos que tiene un sobrino que escribe un poema.
Se escribe un poema para rascarse la barriga en la playa,
para emborracharse en Surquillo
sin que a uno lo asalten los señores chaveteros,
para darse un descanso entre polvo y polvo,
para hablar de ello en el Instituto Italiano de Cultura,
para que a uno lo consientan todo,
para que a uno no le consientan ni un comino.
Se escribe un poema para que los psiquiatras no nos cobren,
y para que aquella rubia se sienta inmortalmente poseída,
y para que el general Velasco lea estas líneas
y sepa que Avendaño sigue preso
por orden de una culebra disfrazada.
Y se escribe un poema para viajar a los congresos de escritores
con todos los gastos pagados,
y para ponerle el cascabel al gato,
y para poder comer con la mano en los salones
si nos viene en gana,
y para morirse de hambre
y también para no morirse de hambre
y para quedar como un perfecto cojudo en todas partes,
y para usar calzoncillos de colores sin que
se nos acuse de maricas,
y para que ciertos cadetes nos dejen a solas con sus novias
creyendo que lo somos.
También se escribe un poema para no afeitarse nunca,
para ir al baño sin remordimientos,
para ir al comedor sin remordimientos,
para ir al dormitorio sin remordimientos,
y se escribe un poema para sentirse culpable de todo
y con esos materiales llegar a escribir algún poema.
Y también se escribe un poema para reírse a gritos
Y para vivir también se escribe un poema.
Y para tener un pretexto para no vivir, etcétera.
Y a propósito de etcétera:
Se escribe un poema para no escribir cosas peores,
como cartas de amor, cartas financieras,
facturas por pagar, tratados de filosofía miraflorina,
Y se escribe un poema por incapacidad,
cuando se ha fracasado como wing derecho en la
selección del colegio, cual es mi triste caso.
Y se escribe un poema para intensificar la vida,
como dice Stéfano Varese.
Y se escribe un poema, finalmente,
se escribe un poema para que en algún lugar del mundo,
mañana o dentro de veinte años
la pareja que está por suicidarse alcance a leerlo, y desista,
desista por lo menos unos días,
y comprenda que la vida
es siempre hermosa
a pesar de la vida... y a pesar del poema.


Pero estaba hablando, creo, de París. Y de un amigo. Algo de un árbol y una soga, algo de un palmo de narices en tierra. Precisamente en París terminé un libro que inicié en La Habana, allá por 1968. En realidad lo concluí - en 1970-, ya en Lima. Se llama "Pedestal para nadie", y no le gusta nada a Fito Loayza. A Leoncio Bueno, en cambio, lo apasiona. Mi vanidad se inclina hacia Leoncio,

como podría esperarse. Bueno, este libro está dedicado a un gran compañero en ia amistad y en la poesía: Carlos Delgado. Carlos me ayudó a corregir varias cosas
y podría decir demagógicamente, que algunos de sus aportes hicieron merecedor,
a este libro, del Premio Nacional en el 71 o en el 70, por ahí. Y aquí he escrito unas líneas sobre ello, porque sino se me pierden.
"Pedestal para nadie" es, en verdad, mi primer libro, por cuanto en él atisbo puertas que antaño descifré a oscuras; logro mirar entre la cerradura y veo, allá delante, detrás de las maderas, colinas que resplandecen en los cuartos, veranos habitados de fuerzas y países, parejas innumerables colmadas como sueños de anticuario, toda esa forma de soñar y vivir poesía que perseguí tantos años sin saberlo. Allí, como en la vida, nunca hay un solo tema que se inicia, desarrolla y concluye, sino constelaciones, constelaciones impredecibles, que se rozan a veces para nada y a veces para siempre. Nunca una sola vida o su reflejo breve, sino infinitas brevedades, eternidades efímeras que se entrelazan aniquilándose, que se entrelazan alimentándose.
El asunto son varios y es ninguno. No hay asunto: hay ritmo. No hay ritmo: hay el fantasma de un oleaje, sus cabellos en la playa, invisibles y amargos, de mármol, hechos de mármol y de memoria. Y el poema no es el reflejo de la vida. El poema es la vida. Naturalmente, las posibilidades y el sentido de esto me nacieron después de haberlo escrito, conversando un día con José Miguel Oviedo, quien me impulsó a insistir y a insistir.
Porque ahora creo, además de no creer, creo que la poesía es como el bastón de un ciego, que con ella en la mano es posible seguir el camino pero no es posible verlo ...
Es como si todas las personas que uno ha sido en su vida, como si todos los países, los destinos, los desatinos y los resplandores que uno ha sido en su vida, se turnaran la dirección del rumbo, y de esa gigantesca migración de oscuridades naciera la mañana como detrás de una cortina inesperada. Ahora que digo esto, siento que uno de aquellos que ya he sido me lleva de la mano, me conduce como un ciego que conduce a otro ciego, y las aguas despiertan bajo mi pie, y sólo puedo presentir en sombra esas luces que otros han de beber y han de mirar cantando.
Y aquí tal vez radique la más alta generosidad de este insondable egocentrismo que los entendidos han dado en llamar poesía. Y me viene Vallejo: ¡qué ganas de quedarse plantado en este verso!, porque no tengo la menor idea de qué es lo que ustedes quisieran escuchar de mí, y por si fuera poco, yo no sé hablar en prosa... Para salir del pozo y no del paso, tendré que apelar una vez más a la memoria.
Nací el 26 de julio (o el 24) de 1940. Cursé la primaria en la Escuela Primaria "Pedro Tomàs Drinot" número 414 de Lima, y la secundaria en el Colegio Nacional Hipólito Unanue. Crecí en un vecindario del jirón Carabaya, entre gente inolvidable: Pluma, Manteca, Currurra,Cara'e sopa. Entre formidables muchachos, Juan Munar, Miguel Inza, la "conga" Ana y entre hijos de zapateros remendones, gente hermosa, canillitas de mi edad y de mi pobreza, y otros amigos que me observan desde aquel entonces, parados en su orgulloso asombro.
Algunos admiran el que me haya dedicado a escribir cosas, así dicen, aunque secretamente habrán de reprocharme que no haya seguido robando carros a su lado; otros me reprocharán que no trabaje en un Banco; otros, que haya perdido tiempo con la política y otros, que no me hayan durado más de tres meses las esposas... Entre ellos he crecido, pues, si es que he crecido...Vivo ahora en todas partes y en ninguna.
Duermo donde me sorprende la noche o el deseo, pero conservo todavía aquel cuarto salobre, en el tercer piso de la cuarta cuadra del jirón Carabaya (lo paga mi hermano Guillermo, y por él he sabido que el alquiler sigue siendo casi el mismo: ochetaitantos soles al mes).
No puedo dormir muchas veces bajo el mismo techo, ni en la misma ciudad, ni con el mismo cuerpo. Será porque he viajado desde temprano o, según célebre frase del extraordinario creador que es Emilio Adolfo Westphalen: cómo será pues. El hecho es que he podido recorrer muchas gentes en mi vida, muchos países. Fui por primera vez a Europa, representando al Ejército de Liberación Nacional a un Congreso de Juventudes en Bulgaria.
Las ciudades que más me han conmovido son Praga, Río de Janeiro, Cusco y París. Odio Lima. Volveré al Cusco pronto, cuando Avendaño esté libre y los gusanos se hallen lejos.
Soy el segundo de cuatro hermanos. Mi padre era pintor, y era también mi hermano.
Los demás son: Graciela (que además es mi madre), y después viene Helwa y Nanya, y Guillermo.
No me gustan las drogas ni el alcohol (quiero decir que puedo prescindir de ellos).
De cualquier casa, siento verdadera pasión por la cama, el escritorio y la cocina
(quiero decir que entre cocinar, escribir poemas y hacer el amor,
yo encuentro más parecidos que desemejanzas).
Amo a este país y creo que lo amaría igual si hubiese nacido en otro, así como amo tantos países que sólo he conocido desde un avión en vuelo. Creo, sin embargo, como Guillermo Thorndike, que el mundo es una mierda. No el mundo que estamos construyendo, naturalmente, sino la podredumbre que heredamos, esa amarga fanfarria de transistores, automóviles y etcéteras; esa máscara de feriante, ese biombo de prostíbulo que sólo puede encandilar a los ingenuos al grado de ocultarles el mundo de injusticias y barbarie, el mundo de hipocresía y de terror, el mundo de niños envejecidos y de bombas atómicas, el mundo de mierda que ya estamos devolviendo a su lugar de origen.
Creo firmemente en la amistad y en el amor. Los desencantos me llegan, ni siquiera me llegan: sigo creyendo igual. Creo en la amistad, en el amor, en la igualdad de los hombres, en el sicoanálisis de Max Hernández, en nuestro padre Freud, en nuestro abuelo Marx, y en todo lo que no creen, por ejemplo, los fascistas.
Creo firmemente en el advenimiento de un mundo justo y digno, sin explotadores, sin hambre, sin penumbras. Un mundo donde se enseñe, como dice Pablo Vitali, donde se enseñe a nuestros hijos que es más importante tener un amigo y no un televisor, tener una conciencia limpia y no un automóvil último modelo. Donde se enseñe que las cosas son verdaderamente nuestras solamente cuando son compartidas, sólo cuando no han nacido de las hambres ajenas, de las penurias ajenas, sino de las mutuas alegrías y los empeños generosos. Y creo que ese mundo lo haremos ahora, y lo haremos con armas invencibles, escribiendo y amando, y cantando. Y lo haremos aquí, en esta tierra dura, y no en algún sedoso paraíso celestial (tan peligroso, a estas alturas de la ciencia, tan colmado de asteroides en vez de ángeles).
Mis primeros versos, por ejemplo, no eran míos. Por eso creo firmemente en la poesía.
Mis primeros versos los escribí a los doce años y eran plagios de José María Eguren.
Poco después de descubrir a Eguren y a Vallejo (cuyos libros me fueron obsequiados por mi madre, quien tuvo que ayunar para comprarlos), poco después, digo, tuve que echar por la borda una magnífica carrera de plagiario, por culpa de mi abuelo Victor Fuentes Soriano...
Fue la tarde en que descubrí su cabeza, blanca, sobre la almohada consagrada a sus siestas de verano. Me dio una pena horrenda verlo así, canoso, abandonado al sueño, indefenso, supongo que ante el tiempo, y me fui a esconder en la azotea conteniendo las lágrimas. Allí, avergonzado y solo, contemplando un paisaje de techos ruinosos,
escribí a mi abuelo una larga carta pidiéndole que no envejezca, y vaya a saberse por qué tuve que redactar aquella carta en verso...!
Creo que así comenzó todo.
Desde aquella tarde, vengo haciendo todo lo imposible para no ser poeta.
Y francamente, no sé qué más decir. Les ruego me disculpen.


Poeta César Calvo Soriano.



(Lima, Instituto Italiano de Cultura, 1974)

----------------------------------------------


Edita Dr. Guillermo Calvo Soriano


----------------------------------------------