Escribe Rodolfo Hinostroza
Para CARETAS
".....Lo conocí en el ’61, en el Patio de Letras de la vieja casona de San Marcos, cuando ingresé a la universidad. Era el líder indiscutible de la nueva generación de poetas, que asomaba las narices por San Marcos, la cola por la Católica. Era flaco, alto, muy guapo y carismático, y tenía una fosforescente fama de mujeriego. Se reía alto y fuerte, huracanadamente, y era muy ingenioso, alegre, picante y provocativo, pero con un charme que en lugar de inquietar, encantaba. Siempre andaba muy elegante, con ternos impecables, porque su abuelo era el maestro Soriano, un sastre reputado que siempre lo vistió a la moda. Por eso César se ponía a veces un smoking cuando iba a recitar al Salón General, para gran escándalo de los apristas, que veían en ello una provocación...".
"Una mañana, a eso de las once, estaba yo en la pileta del Patio de Letras, huraño, preocupado por tener tan descuidados mis estudios de medicina, cuando pasó César con cara de mala noche, los ojos rojos y sin afeitar. “¿Y?”, me saludó, “¿qué te pasa que tienes mala cara?”, y yo le solté sin más trámite mi problema: que si iba a ser médico o poeta, que si iba a perder el año, que si podría transferir mi matrícula a Letras sin dar examen, o tendría que pasar otro examen de ingreso el próximo año… El flaco me miraba sin decir palabra, y de pronto exclamó, apasionadamente: “¡Yo lo he dejado todo por la poesía, y si quieres ser poeta, tú tienes que hacer lo mismo! ¡Deja todo lo demás! ¡Si no, no sale, no funciona! ¡No puedes ser al mismo tiempo médico y poeta, olvídate!”. Y acto seguido pasó a contarme que Edgardo Pérez Luna y Gustavo Valcárcel habían sido estudiantes de medicina antes de ser poetas, y el mismísimo André Bretón, fíjate, el surrealista, estudió medicina… “Pero no se puede ser, al mismo tiempo, médico y poeta. No hay tiempo para las dos cosas, que son demasiado absorbentes. Sólo puedes hacer una bien…Tienes que decidirte ahora, hermano”. Y sobre estas buenas palabras, con una cariñosa palmada, el flaco continuó su periplo, dejándome fuertemente impresionado. Esa misma tarde decidí dejar la Escuela de Medicina, con todas las consecuencias que se derivaron de este acto, que sería decisivo para mi vida..."
"....Por la Bajada de Baños pasaron algunas hermosas mujeres que venían a visitar al flaco: recuerdo a una psicóloga argentina que quería reformarlo y casarse con él, a una actriz colombiana muy temperamental que le hacía escenas, a otra monumental argentina que llenaba la casa de quejidos, a una sueca que literalmente enloqueció por él, haciendo honor a su renombre de seductor… Es fama que César se había batido a duelo con un par de maridos cornudos, porque tenía una fatal inclinación por las mujeres casadas que solía terminar mal. Un día, muerto de risa, me mostró un paquete de tarjetas de visita que alguien había depositado anónimamente en su puerta. Decían “César Calvo” y más abajo, bien centradita, su profesión: “Sádico”…"
"Todo lo que se cuenta de él sobre este tema se queda corto, pues César, sin nada en las manos, sin nada en las mangas, sin carro, sin chamba, misio de solemnidad, al puro floro, se levantaba a las mujeres más espectaculares de Lima o de París, o de Londres, o de Buenos Aires, o de Moscú. Era una especie de reflejo automático en él, que se presentaba cada vez que una bella mujer entraba en su campo visual, estuviera donde estuviera: de pronto el macho Alfa olfateaba a su presa, la atisbaba con el rabillo del ojo, e inmediatamente enervaba su columna vertebral, tal como una cobra levanta la cabeza. “Ya se le paró al flaco”, decíamos al verlo en esa pose tan característica, tan posada, que precedía de algunas horas o minutos el zarpazo final del flaco Calvo. A las gringas no les gustaban esas poses, que juzgaban exageradas, casi decimonónicas, y lo paraban criticando, pero es que esas poses no estaban destinadas a ellas sino a las latinas, con las que sí funcionaban a todo dar....".
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