martes, 16 de agosto de 2011

César Calvo - Retrato de una Dama - Poesía - V´deo

César Calvo. Foto de Eva Lewitus.

César Calvo 
Retrato de una Dama - Poesía 
César Calvo

César Calvo , Premio Nacional de Poesía del Perú 
declama "Retrato de una Dama", 
recordando un aniversario de su paso a la Eternidad.


Video : César Calvo - "Retrato de una Dama" - poesía.

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"Retrato de una Dama" - Poesía 

Ante sí misma y de perfil,sentada,
Se mira sobre el césped, sobre el sofá de mármol,
Y en lo oscuro, en su carne ve cómo se ha instalado ya la piedra.
El muro, irrefrenable , donde ella se miente,
Tal en su voz, los labios de una niña que murió hace ya tiempo
Y sin embargo ella sigue pidiéndole perdón.
Tal vez será por eso que entristece de pronto,
Y siempre que entristece, su sombra la abandona,
Su sombra la abandona, se va,
La deja sola en su cuerpo desierto como cárcel de estatuas,
Su sombra sola sale a una calle sin término
Libre por fin de todos esos nadies,
Cruza parques vedados, sabe que hoy es mañana,
Y se apresura, huye, vuela, mata, renace,
Dentro de las tormentas que ignora, que jamás,
Y desciende temblando del abismo al abismo.
Sombra, temible flecha, temerosa.
Y si al amar o al desamar desgarra,
Si ni a sus propias víctimas perdona es que se ha contagiado ya de mi alma.
No en un viento se clava, porque en todos se posa,
Y se pierde entre ganas y salivas,
Y lunas brunas lavan sobre su pecho espaldas indistintas,
Hambres de hombres suicidas, hombros de hembras que la beben vacia
En las tabernas de los embarcaderos hace siglos hundidos,
Entre sus piernas, en donde los candores y los ardides arden,
Su sombra se desnuda, sube a todas las mesas,
Mas imposible y bella que el cuerpo de ella,
Entreabierta y esquiva, embestida, arremetida,
Por un viejo deseo, por un árbol en llamas,
Y sobre el aserrín de vasos rotos, de tahures, de gatos, de ruindades,
De navajas, de putas, de fantasmas de ahogados remotos
Entre botellas llenas de mensajes en blanco,
Allá ella otra vez encuentra su entrenada persona,
Y hace el amor como quien no hace, nada,
Como quien se deshace.
Y vuelve a desvestirse sin razón, ni pasión,
Y el cuerpo que ella no ha tenido jamás y que ha perdido,
Avanza de rodillas hacia nadie,
Y la desbocan mástiles lascivos,
Y la atragantan mieles deleznables
Y goza únicamente si solloza,
Y ante su sed todas las aguas arden.
Y se revuelca y gime, mordida por extraños
Y es feliz, en la noche, o no es feliz,
No sabe que ella y no su sombra envilece al amar,
Y apagan en sus piernas y en su espalda tabacos miserables,
Y se levanta entonces y se peina,
Y contesta el teléfono donde la llama nadie,
Y casi se mañana pero aún en la noche y siempre tarde
Ella no, ellas,
La que no pudo ser y la que ha sido,
Desgreñadas, quebradas, abrasadas,
Igual que hipnotizadas por un ciego,
Vuelven sucias de astucias y de sangre.
Y el perdón rencoroso con que ella ama,
Y el ansia que la lleva como en busca de un premio hacia el castigo,
son los dos ojos de una misma lágrima.
Si nunca se lo dije le he mentido,
Y si ahora lo digo mas le miento.
Bisagra y labio de otra, puerta vana,
Que únicamente se abre al desabrido, dulzor,
Cuando se cierra, tal ventana tras arco iris ya descolorido,
Dos noches desaloja esta mañana,
Donde ayer en la una, no he dormido,
Ni despertado en la otra, que ella calla,
En un mismo soñar, eco y sonido.
Como aquel río, tarde,
Que sin agua se hunde, sin orillas en la tierra,
Así, ya para qué.
Solo apagadas, el amar nos consiente en sus hogueras
Y cual si suyas fueran esas alas,
Que alguna vez golosas, cuando mías mas las creí
Mas fueronme ajenadas.
Viuda de sí, de no, sola y tendida,
Bajo el césped de mármol que la nombra,
Hoy que ni se recuerda ni se olvida,
Sombra que a otras sombras se incorpora,
A sonreírme a vuelto la dormida,
Su llanto le ha devuelto mi memoria.
Que inconfesable gozo le entrecierra los párpados,
Que paraísos purga cuando su sombra viaja las prohibidas provincias
Y las noches colmadas, lujuriosas, ruidosas,
Tras cuyos mostradores, recuerdos de hembras verdes
Desgarran la piel negra de sus machos perdidos
Por ella y por su sombra, que se descalza y danza
Y desata por fin su cabellera de vino chamuscado y rojas algas,
Pero súbitamente, casi siempre, amanece,
Y siempre que amanece enviuda todo,
Y enlutecen jolgorios, y la sombra se apura,
La sombra se maquilla, la sombra se retorna,
Y torna al cuerpo de ella, a su sagrado engaño,
Sin ninguna memoria.
Y es entonces, que vuelve a sonreir,
Está sonriendo, sin saberlo, ella,
Con una boca que ya no es su boca.

SAR CALVO

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Edita el Dr. Guillermo Calvo Soriano de Lima - Perú
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1 comentario:

  1. Excelente muy delirante.
    Yo concí en Talara a un Director del Colegio Ignacio Merino que era vuestro omónimo: César Calvo.

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