jueves, 8 de abril de 2021

César Calvo - "Las Doce del Silencio, que pasen tus Palabras" - poesía - vídeo

 

César Calvo

"Las Doce del Silencio, que pasen tus Palabras". Poesía
Recital en La Estación de Barranco
Filmación de Mario Pozzi-Escot


Vídeo : César Calvo - "Las Doce del Silencio, que pasen tus palabras"  poesía.


Las Doce del Silencio, que pasen tus Palabras 
César Calvo
Texto

Bajo mis pies las calles veloces del verano,
muchachas impregnadas de adiós, como los puentes,
olvidan sus sandalias de bruma entre mis manos
por los vertiginosos escombros de los años
alguien va defendiendo tu sitio de los buitres
en el último trineo que a los parques condujo
soledades y citas de bengala y geranios
es su lugar de siempre, el sinfónico y largo
que con los más hermosos silencios confundido
cubriendo con su sombra tu corazón de mármol
todo está igual entonces,
el viento no ha pasado,
es Lima recorriendo tus pasos que ni el musgo,
mientras la medianoche resbala en los tejados
también en las paredes, 
en el aire, 
en la hierba de vidrio que crece sobre el sueño,
en los relampaguantes tejados del mar,
cubierto por el moho,
escrito con un hueso sobre la arena húmeda, 
sangrando como pájaro en la nieve,
ahorcado en las lianas de la lluvia,
dibujado por mí en los urinarios,
rengueando entre las ruinas,
como el humo sonámbulo en los bares,
andrajoso, sagrado, incomparable, a la intemperie
indefenso aserrín bajo de pies mojados,
expuesto a la saliva de los mudos,
a las injurias, a las inundaciones,
a los codazos de los transeúntes,
al amor . Tu Nombre,
vaho de hollín perdido en un espejo,
serpiente de mercurio,
en el pico roto de un Huaoquirí,
tu Nombre que cae en la mano de los mendigos,
tu Nombre como una llave en el fondo de un pozo,
tu Nombre como un ala de ceniza,
y tus pechos mordidos por la nieve,
más allá de los jóvenes mendigos,
que con babeantes dedos mancharon tu vientre,
el sello blanco del amor, yo te amo,
Yo me emociono por primera vez,
Yo recuerdo tus ojos de pescado,
debajo de esta lluvia que golpea las ramas del verano,
Yo me interno descalzo por el tiempo vacío,
mientras la noche cae como un árbol quemado,
y el placer acecha entre las lianas,
desde los ojos de una Boa irresistible,
y prosigo, prosigo,
nadie puede alcanzarme,
nadie puede alcanzarme cuando enciendo tu Nombre,
cuando hasta los cadáveres se cubren de rocío,
y Yo danzo fatigado y triunfal alrededor de tu aliento,
que arde como un esqueleto en una hoguera del bosque,
escrito está que siempre,
doquiera que se entreabran al viento las compuertas,
en el vaso que bebas,
en la Luna que vuelques sobre mi pecho helado,
cuando subas a los tranvías,
o desciendas estremecida,
de los ardientes cadalsos,
o sonrías a solas con los otros,
tras una máscara de celofán mojado,
porque Yo soy tu sangre,
la crujiente memoria de las tardes de hotel,
donde una toalla de azahar y el gesto
con que la sed desborda los cántaros de cobre,
y eres Tú en el galope lejano de los años,
eres Tú quien detiene, quien desboca,
los ríos de las noches en mi cuarto,
y aunque mi rostro apagues en espejos de sangre,
aunque sea una piedra quien te guíe desde un cielo de barro,
bien sabes que encanezco,
bien sabes qué espejismo palpito cuando pasas,
cuando no, cuando barres la neblina,
cuando inventas la lluvia a través de ciudades calcinadas,
pequeña diosa, carne de los cuervos,
agua de mordeduras insaciables,
lávame en la candente ceniza de tu cuerpo,
vierte tu dolorosa palidez en mis manos,
y antes que el crepúsculo descienda de los bosques,
a tenderse en la arena como lagarto acuchillado,
desgarrate los muslos con mi flecha de seda,
y en el centro de tu sueño deja entonces que me hunda,
bajo las plumas rojas y lentas del otoño ...

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Edita el Dr. Guillermo Calvo Soriano de Lima - Perú 
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